martes, junio 27, 2006


¿Por qué no me dejo de joder
un poco...?

Ya dije ayer que era una bobada.
Hace un rato me dije “¿por qué no te dejás de joder un poco?”.
Pero bueno, no importa. Aquí va.
Es acerca de mi ex novio. ¡Sí, ese que dejé hace siete años y pico y ni se acuerda de mi existencia pero yo sí de la de él, cada día!
Yo, como extraña que soy, me rijo mucho por las “señales”. Tengo un séptimo u octavo sentido —no sólo sexto— que me sirve de mucho en la vida.
Yo sé si voy a tener gimnasia o no, si la persona que voy a llamar por teléfono se va a encontrar o no, si algo va a tener buen final o no, hasta si me llegó un mail antes de acercarme a una computadora, etc. Es un instinto extraño que casi nunca falla. Diría que le emboco en un 90%.
Y bueno, por eso, tengo muy en cuenta lo que yo percibo como “signos” o “símbolos” (sé que hay diferencias entre esos términos, lo di en Filosofía hace siglos, no me acuerdo, si hago un poco de esfuerzo sí, pero no lo voy a hacer). Casi nunca significan nada, pero yo los “leo” y me hago historias, como la que sigue.
Dejé a mi novio (ex novio, vamos a decir bien) hace siete años y siete meses para ser exacta, no voy a decir los días para no parecer tan ridícula (sólo parecer). O sea que éramos unos párvulos, niños, de unos 25 años yo y 26 ó 27 él (debería acordarme, pero lo hallo buena señal). Ahora, viéndolo escrito, éramos flor de peloturdos, pero bueh.
No importa. Como buenos boludos, nos devolvimos todos los regalos, fotos, cartitas y pelotudeces habituales. Yo le devolví hasta una bicicleta, que se la llevó a la casa mi actual novio, haciéndose pasar por otro amigo mío (atendió la madre o sea que no lo conocía). Esto último, cada vez que me acuerdo, no puedo evitar cagarme de la risa, porque es muy bizarro.
Pero bueno. Se supone que no quedó rastro material alguno de nuestra relación.
A partir de ahí, quedó 0 relación. Ya nos habíamos encontrado unas veces, quedamos medio guarangos, pero mi novio se hizo cargo de que se nos vaya la guaranguez enseguida (no viene al caso narrar tal situación).
Digamos que pasaron unos meses y como que ta. Yo tenía novio nuevo, tenía los pies un poco más en la Tierra, lloraba menos, así que en conclusión, estaba mejor.
Hasta que vino la fecha en que se cumplirían 3 años de noviazgo con el anterior individuo. ¡Para qué!
De mañana (yo estaba sin trabajo, por eso estaba en casa) me tocan el timbre y me encuentro en la puerta a un pinta con un arreglo floral de rosas rojas tan preciosientas y fantásticas como cursis. Re-discreto el servicio, porque se suponía que era anónimo y cuando me hicieron firmar que las recibí, estaba escrito el nombre E.R. (iniciales que uso para identificarlo) al lado de donde tenía que poner la aclaración. Aparte de que era obvio quién me las mandaba, por más que ya hacía tiempo que no escuchaba de él.
Al medio día cayó mi novio porque tenía que ir a no sé donde y de paso me acompañaba a buscar a mi hermana a la escuela. Cuando llega mi novio, al rato suena el timbre y… ¿adivinen quién era?
Ahí tuvo que salir a relucir el bouquet, conversaron un rato, sin piñas porque ambos son unos caballeros, pero a mi novio la caballerosidad se le estaba esfumando un poco y la tanada le entraba a aflorar.
Ahí le tuve que decir, YO, delante de mi novio, que se fuera, que no volviera más, etc.
Y desde ahí, no volví a saber de él, excepto por mi amiga, que es la que le dio mi teléfono, etc. Nos vimos por casualidad algunas veces, pero él hacía de cuenta que no. Era un poco gracioso, porque entraba con los amigos, por ejemplo a un bar, él mirando para otro lado y atrás, los amigos haciendo fila india, haciéndome chaucito con la mano, discretamente, para que no se diera cuenta. Otra vez me cago de la risa, pero porque soy muy sádica.
A todo esto, el arreglo de flores no lo tiré, se lo quedó mi madre.
Y ta. Me he ido al carajo totalmente contando todo esto.
Volvamos a las señales, etc.
Siendo novia de mi ex, ambos presenciamos el cierre de dos lugares que frecuentábamos. En realidad a uno fuimos una vez sola porque era espantoso, pero era el de la primera cita y siempre pasábamos por delante. Cerró por horrible, pero a mí en su momento me dio tristeza porque era el de la primera cita y eso. Otro que cerró más tarde, era un bar muy famoso —el Mera— y en su lugar pusieron otra pizzería —Pecos Bill—. Y ta, habremos ido un par de veces al Pecos, pero el Mera era el Mera. Lugar de siguientes citas y después asiduos porque quedaba en el barrio. También algunos pubs fueron desapareciendo. Como que se iban borrando rastros nuestros.
Luego, ya ennoviada con mi actual media bergamota, vi como un barsucho de mala muerte que tenía siglos y al que habíamos ido a tomar alguna grappamiel, se convirtió en una peluquería; otra flor de pizzería que quedaba en la esquina de su casa se transformó en La Vegetariana —La “Bejertariana”, para nosotros los amantes de la comida con gusto a algo— (solamente yo voy a un lugar con mi novio que queda en la esquina de lo de mi ex). Y un montón de lugares que para mí tenían realmente buenísimos recuerdos (porque cuando estábamos bien, con mi ex era el summum, pero cuando no, me acuerdo de sentirme como el mismísimo orto) fueron esfumándose. Hay una hamburguesería que subsiste, pero cambió de dueño y no está más el mozo simpático que nos atendía, así que no es lo mismo tampoco.
O sea que de mi ex no me quedan fotos (excepto de una que rescaté una vez, pero está tomada de noche, haciendo un asado, atrás de una humareda y otra de una función de teatro, mezclada entre el público, donde se asoma la nariz por detrás de una puerta —la nariz de Adrien Brody, como describí en algún post pasado—), nada que le haya pertenecido o me haya regalado. Nada de nada.
Excepto… y ahora viene la bobada que mencioné arriba del todo:
¡La copa del arreglo floral!
La misma que di uso para el boniato que tengo arriba del armario de los zapatos, con foto incluida en algunos posts (bajar, bajar).
Y bueno.
Resulta que mi gata Samantha le resultó interesantísima la ramita más larga que casi llega a mi cama —atraída por la luz de la ventana— y con unas ganas bárbaras de comerse una ensalada de boniato, me aventó la copa a la mierda y ahí está. En un rincón (todavía no lo barrí, pero no por nostálgica sino por perezosa), hecho añicos, el último rastrito de mi ex, que hoy vive en EEUU con su actual novia —bonita y con cara de ser bastante inteligente o sea que ni criticable es (vi fotos y eso es otra historia más nutritiva todavía que esta)— y que ni siquiera debe acordarse de mi apellido.
¿Por qué no me dejaré de joder un poco?


Si me dieran las mismas bolas para barrer
que para sacar la fotito...

1 Comments:

Publicar un comentario

<< Home

 
Free Web Counter
¡Pica a chusmeando!