miércoles, enero 24, 2007

cerebral fart


Hace semanas que vengo con ganas de cortarme el pelo.
Pero cortármelo cortármelo. Al mejor estilo carlitos, como hace ya siete años.
Y cada vez estaba más convencida.
Hasta hace un rato, que venía caminando del trabajo y mirándome en los vidrios e imaginándome cómo quedaría. Al final, vivo de colita de caballo y lo tengo bastante descuidado y feo.
Y entonces me acordé de todos los broches de pelo que tengo.
Y la pena que me daría no volver a usarlos más (además fue lo que hizo que me lo dejara largo de nuevo la última vez).

Y de repente, me di cuenta que en realidad lo que quiero no es un nuevo corte de pelo, sino un cambio radical en mi vida cotidiana.
Quiero algo nuevo, una emoción fuerte, algo grosso. En el trabajo, en el amor, en lo que mierda sea. Un cambio bueno y positivo, of course. Decididamente lo volqué al pelo que está en los primeros lugares de cosas que me tienen podrida.

Y de repente, me di cuenta de que hay cosas más importantes en la vida que broches de pelo.

Y entonces... ¿qué carajo quiero?



Mañana me vuelvo en ómnibus.

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