sábado, junio 02, 2007

¡Puf!

uevamente he tenido poco tiempo de postear y eso que el martes hubo paro y no tuve clase (y el lunes hacía tanto pero tanto tanto, pero tanto frío que mi propia imagen en el galpón de la UTU dándole al compresor de agua, me hizo acobardarme y tampoco fui ese día).
Nada emocionante, excepto la recreación gigante de una esfera de esas con agua, que se agitan y empieza a nevar, en el living de mi casa (a excepción justamente, del agua).

Resulta que durante el invierno, yo PADEZCO el frío. Y la única manera de sobrellevarlo es utilizar la estufa de supergás de silla. Sí, nada como sentársele arriba, en un acto de posesión total del trono real. Pero claro, como no tiene respaldo, llega un momento que ver la televisión se torna un poco incómodo. Entonces diviso a mi AMADO puf. Y una tierna imagen de mí misma sumergida en el puf, abrazada a mi bolsa de agua caliente (en realidad, es de gel y se pone unos minutos al microondas, es maravillosa pero ta, ya le dedicaré un post y una oda aparte), a escasos centímetros de mi fantástica estufa, se recreó en mi mente. Descendí de la estufa y decidí hacer realidad mi fantasía. Todo iba muy bien hasta la parte de escasos centímetros de la estufa.

¡Qué loco, qué inflamable que es el poliestireno expandido, bo!

Re-confortable me encontraba, hasta que huelo algo extraño; a continuación unas llamas amarillas salen de la estufa, acompañadas de un humo negro... y mi puf que vomita y vomita bolitas de espuma-plast.

Mi grito, mi salto, mi puteada, la corrida de mi novio a ver qué me pasaba, la puteada de mi novio cuando vio lo que pasaba.

—¡¿Pero TAAANTO frío tenés que te tenés que meter ADENNNTRO de la estufaaargh??!
—Sí.

Ese tipo de respuesta, resulta que lo irritan más aún. Qué cosas.

Y bueno.
Nos tranquilizamos, junté todas las bolitas como pude (¡QUÉ mugre, mi Dios querido...! Lo más lindo fue sacarle las bolitas perpetradas a la estufa, que quedó con una suerte de sarampión albino muy interesante de ver) y al pobrecito puf lo martiricé poniéndole como cinco palillos en el agujero.

No era muy tarde, así que decidí ir a comprarle un parche al pobre desgraciado. No tenía para nada pensado salir de nuevo, pero la verdad la verdad, ya no tenía tanto frío y además tenía la excusa de que tenía que comprar mostaza y una símil cola para la cena.

Nunca conté que estoy enamorada de mi nuevo barrio por la cantidad de locales comerciales que hay. No se precisa caminar mucho, que se encuentra de todo.
Pero claro, ya habían pasado las siete de la tarde. Las farmacias y súper estaban abiertos, pero tiendas como mercerías o mismo una casa de reparación de calzados que tenemos a la vuelta, ya estaban réquetecerradas.
Me quedaban algún supermercadito y las farmacias que, si algunas venden hasta caramelos, por qué no iban a venderme un parche para mi puf, ¿verdad? (Y yo que me reí de una vieja un día que preguntó si vendíamos calzoncillos... trabajo en una papelería-imprenta, aclaro).

Supermercaditos, nada. Apenas hilo de coser, cortauñas y hasta medias, pero si al nene se le hace un agujero en el pantalón, cósaselo mañana. Shit.

Así que opté por las farmacias, al mejor estilo vieja lela, preguntando si vendían rodilleras.

—Nada, como se instalaron muchas ortopedias por la zona debido al Hospital de Clínicas, no estoy trayendo nada. Donde podés encontrar, pero mañana de mañana, es en la galería misma del hospital.
—Ah, bueno... Es que se me rompió el puf... y en mi apartamento está nevando...
—¿Eh? (cara de estar enfrente de Napoleón Bonaparte).

Y continué mi búsqueda.

Hasta me metí en la galería del hospital y todo. En la casa que me dijo el tipo veo un maniquí con un estetoscopio y se ve que venden vendas y esas cosas. "¿Y este tipo adónde me mandó?".

Hay un lugar solo abierto, una especie de "regalería". De todo, menos rodilleras, parches o apliques.
Caminé como una doughter of a bitch nosecuántas cuadras, sin éxito.

Me meto en una última farmacia, de donde yo era asidua en mi anterior barrio, ya sin esperanza alguna.

—¿Rodilleras, parches...?

Y se acerca a unos cajoncitos de donde hacía unos días me habían vendido una gorra de baño.
"Qué bueno, esta gente vende de todo", pienso.
Y entonces saca una rodillera de gimnasta, de esas que se ponen los basquetbolistas cuando se joden un músculo... o sea... se me develó el misterio de la cara que me puso el primer farmacéutico cuando le conté lo del puf.

—Si no, tengo vendas, también.

Gran carcajada mía. Y bueno, entonces le tuve que explicar que no estaba loca, sólo cansada y le tuve que contar cómo no era ese tipo de rodilleras las que yo buscaba y que ya sabía que en una farmacia no iba a encontrar, que era como querer comprar papas y boniatos en una zapatería, pero como a veces venden cosas de boutique, por qué no iba a tener alguna algún aplique o algo por el estilo.
Gran fracaso gran.

Todo lo que tengo para decir es que al otro día, mi novio llevó a arreglar una campera y de paso me trajo un pedazo de cuero marrón (mi puf no es ni de cuero ni marrón, pero queda mejor que una curita o una gasa y definitivamente más estético que con cinco palillos), el cual recorté precioso, pegué, cosí y con el cual me pinché reiteradas veces, enseñándome al mismo tiempo entre puteadas y auchis, cómo no hay que acercar el puf a la estufa (como si ésta no me lo recordara cada vez que la prendo y me perfuma el ambiente...) .
Ahora, me recibo de talabartera en cualquier momento, ¿eh? ¡Monono, me quedó!


Sí, me acordé de comprar la mostaza y la Pecsi* (porque el que vende Net-Cola ya había cerrado).


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*La Pecsi es más barata que la Coca, por eso compré ese brebaje, en vez del otro.

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