domingo, agosto 13, 2006

Astros alineados de forma caprichosa

ace un rato vine de la Feria de Tristán Narvaja.
Me traje 1/2 kilo de nueces pecan con cáscara, las cuales han descendido a unos cuantos gramos. ¡Qué riicaaaas!
Amo todo lo que sea nuez, almendra, maní, pistacho, castañas, etc. (no así las avellanas o cosas con avellanas, aunque no vomito frente a un Ferrero Rocher; de mi parte, sería una demostración por el absurdo de mi insanía mental).
También logré cambiar mis envoltorios de Cadbury y poseo 2 hermosas tabletas de almendras (el que me las cambió ni preguntó qué gusto quería, notó como un cierto patrón...) de 170 g y lo mejor es que el envoltorio de las que te cambian, también se puede cambiar luego. Espléndido.
Después escribo posts acerca de cómo hago el ridículo en el baño tratando de bajarme los pantalones.
Pero lo bueno de las nueces pecan (siempre las compré peladas, nunca con cáscara) es que la cáscara no es tan pesada como la de la nuez común. Uno compra nueces mariposa y la cáscara pesa más que lo de adentro. Las pecan son todo nuez con una cáscara dura pero rompible con un buen par de muelas (no como las otras, que te puede volar un incisivo a la menor provocación).
Y ta. Hay un enchastre alrededor de la papelera... Lo más lindo es que me llené y no quería almorzar. Igual almorcé y subí a mi cuarto y seguí dándole a las nueces... pobre hígado.


Bueno.
El motivo de mi ida a la feria era porque hace días que quiero leer algo y la feria es un lugar espectacular porque hay de todo, mucho más barato que en una librería, nuevo o de segunda mano.
En realidad, quería encontrar un libro en particular. No tuve suerte.
Los otros días en mi trabajo cayó en mis manos un libro que se llama "Yo soy mi propia mujer", memorias de Charlotte von Mahlsdorf. Era para fotocopiar y escanear unas fotos (qué están buenísimas, por cierto) para hacer un trabajo en powerpoint para una psicóloga. Ojeándolo, me re-enganché con el libro, me pareció una historia fascinante. No dio el tiempo para fotocopiarlo, así que la que lo trajo se lo llevó porque tenía que devolverlo. Y así me quedé, con unas ganas bárbaras de saber más acerca de esta persona.
O sea que busqué en internet y hay una sola edición en español, la misma que vi yo. Hoy entré a una librería grande que está abierta los días de feria y no me supieron decir.
—Buen día, ¿hay alguna sección "Biografías" o "Memorias" o algo así?
—Sí, como no. Aquí mismo. ¿De quién buscás?
—Mirá, se llama "Soy mi propia mujer", de Charlotte von Ma... h...l...s...dorf... o algo así. Charlotte von algo que empieza con M, termina con dorf y tiene una h, l y una s no sé en qué orden.
—...
—Es la historia de un travesti de los años 30 ó 40, que su papá quería que él fuera un soldado nazi pero como que el nene no estaba muy de acuerdo.
—...!
—¡Ahh... qué plato! —dijo una señora que ojeaba una revista de manualidades.
Otro señor me miraba por arriba de las antiparras con cara de "oh, juventud corrompida".
Y el que me atendió me preguntó la editorial y yo ni puta idea. Sabía hasta el nombre del traductor, pero no me pasó por la mente recordar la editorial. Pensé que por el nombre y autor salía, pero tienen un quilombo en esa librería... Y me dieron una tarjetita para que les pasara la editorial, más porque me parece que se engancharon con la historia tanto como yo, que por ayudarme.
Y bueno.
Como seguía con ganas de leer algo, vi un librito envuelto en nylon, nuevito, que se llama "La gata del soltero" de L.F. Hoffman. "Sobre todo una historia de amor, no sólo de gatos", dice. ¿Qué mejor que una historia de amor mezclada con gatos? Es como el chocolate con almendras.
Y me lo compré sin ni siquiera abrirlo. Una edición chiquita, papel marrón, re-barato (editorial Punto de Lectura). Y como todo libro, en el ómnibus lo abrí y empecé a leerlo. El libro es chiquito pero la letra enorme. No me gusta eso. Tengo miedo de que me atrape y se termine rápido. Por ahora leí poquito, ya encontró a la gata. Para mi alegría, es una gata gris, no blanca como la de la tapa. Igualita a mi Samantha, que es la excepción que confirma la regla de que los gatos son unos interesados. Mi gata me ama y soy todo para ella.
Y bueno.
Como pensé que era un libro de mierda, busqué en la internet a ver qué dice y la verdad que tiene buenas críticas.


Las estrellas deben estar alineadas de forma muy ocurrente, ya que en estos días me dio por comer manzanas, terminé con mi novio (mejor dicho, él terminó conmigo, aunque haya sido solamente por diez minutos) y me dio por comprar un libro que eso sí son palabras mayores.
No leo mucho, soy bastante pelotudita, pero si encuentro uno que me interesa, lo engullo en dos días. Y después cuando se terminó, me da lástima, porque ya me encariñé con los personajes y no voy a volver a oír hablar de ellos.
Y este libro parece que es muy cortito... y ya me encariñé con la gata abandonada en la puerta del soltero... aunque con el soltero todavía no. No leí tanto y además, una vieja empezó a romper las bolas en el ómnibus y me desconcentraba.
"Guarda, me bajo acá, porque tengo 90 años y no puedo viajar parada", gritaba.
El ómnibus venía hasta las manos. El que estaba sentado a mi lado y yo acabábamos de ofrecerle nuestro asiento a una pareja que venía con un bebé, llena de bolsos. Pero el muchacho que traía el bebé insistió en que yo me quedara sentada (yo iba contra la ventana). No dejé que insistieran mucho. Seguí leyendo y ni me enteré de la existencia de la vieja.
Metió un barullo tal que el guarda la sentó en el lugar de él, haciéndole piecito porque el asiento del guarda es alto y la vieja quedó como en exhibición, haciendo equilibrio allá arriba. Alguien le ofreció el asiento que dejé y me hubiera encantado presenciar cómo hacían para bajarla, pero por suerte, logré descender. Iba re-lleno para ser domingo. Hice ¡pop! y salí escupida para afuera.


Y bueno.
Yo voy a seguir en la búsqueda de mi travesti alemán, coleccionista de antigüedades, luchadora contra los skinheads y yuyos por el estilo, adoradora de los años 20.

Esta es Charlotte,
no la vieja del ómnibus...
 
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