viernes, noviembre 23, 2007

Free time


erminé el taller de serigrafía a principios de noviembre, gracias a una carpeta que obtuvo nota 10 (sobre 12) y que me pudo subir mi patético promedio de 8 a una nota de promoción 9. La verdad que jamás atendí un curso tan mal como este —lo cual me daba rabia porque realmente me encanta— (una serie de eventos desafortunados), pero en realidad la carpetita me quedó linda linda.

Y bueno, aunque ahora tengo plenty of time para blogudear, la cosa no es tan así, ya que dediqué mi nuevo tiempo libre a —por ejemplo— lavar el baño (que ya parecía el de un bar de borrachos) y a pasar un cacho la aspiradora, la cual se llenó y fue lindo de verme tratando de vaciar la bolsa en la azotea, viento en contra, al mejor estilo las cenizas de abuelito.

Ahora que mi hogar está un poco más acorde a la diligencia de un buen padre de familia, descubro que mi libertad no es tanta, ya que a mi novio resulta que de noche, tiene la mala costumbre de alimentarse.
Él vuelve de trabajar a eso de las diez de la noche y me parece que no le causa mucha gracia que no haya nada preparado para cenar. No me dice nada, claro, de última yo no soy la mucama ni la mamá; pero bueno, sí, si yo llego a las seis de trabajar y hasta las diez no hice más que rascarme el ombligo —aka internetear y ponerme al día en la blogósfera—, como que me da un poco de cosa.
Pero eso no es lo que me molesta.
"¿Pero, vos no comés?", preguntará el lector (EL lector, porque no tengo muchos). No. Me embola cenar. Soy así. Si como en el desayuno, ya no almuerzo. Si meriendo, no ceno. Y me encanta merendar bien. Mi merecido y obligatorio café con leche con un buen refuerzo de algo o bizcochos de dulce de membrillo. Así que ta. De noche no me gusta cenar. El problema es que a mi novio no le gusta cenar solo. Psé. Así es la vida. Y también le gusta merendar. Él desayuna, almuerza, merienda, cena, picotea algo entre-comidas... más que media bergamota es más bien media calabaza de Halloween.
No, cenar a prepo tampoco es lo que me molesta.
Lo que me llena the eggs es tener que pensar qué mierda cocinar.
Porque el nene tampoco come cualquier cosa.
Mientras yo me conformo con una papa al microondas o me hago una ensaladita con kamikama, me mira con cara de horror y termina haciéndose una tortilla de papas... por cuarta vez en la semana.
Y esto también me jode: no salimos de los panchos, fainá, tarta de choclo o de zapallitos, arroz con algo... Tenemos muy poca imaginación.
Si algo a uno le gusta, al otro no. Y viceversa. Y ME NIEGO a cocinar por dos. Ya me basta con hacer las empanadas la mitad con pasas de uva y curry y la otra mitad sin todas esas asquerosidades inmundas y repelentes, ajj, puajj, que como yo.
Y ta.
Aquí estoy yo, buscando recetas de ensaladas y recetas medio sencillas, pero nada me convence. Mirá si le voy a hacer comer milanesas de berenjena o una ensalada caprese (¡espectacular, me compré en la rotisería los otros días y me encantó!). Me la tira por la cabeza.
Un día me mandé unos capelettis (comprados) con una salsa Carusso que me quedó fantástica (guarda que cocinando me luzco, ¿eh?)... al nene no le gustan los hongos... (y a mí la salsa de tomate no me piace molto). Tenemos diferencias irreconciliables cuando de comida se trata.
Así que bueno.
Me voy a preparar mi comodín: un arrocito verde (yummy, receta para quien quiera), con benditos arrolladitos primavera que descubrí —gracias al Cielo— que venden congelados, baratísimos, en la esquina de casa y que ¡sí! a my boyfriend le encantan porque es de lo más novelero (ya hacerlos por tercera vez en el mes ya no es tan novedoso, pero... bueno, whatever). Ese era el dilema de hoy: con qué acompañar los arrolladitos.
Pero si salía a presenciar heladeras de supermercado tratando de inspirarme, ya no blogudeaba.
Chau.
Me voy a verificar en qué estado se encuentra el perejil en la heladera (la cama ya la hice, no saben como llena el ojo eso, mis queridas Amas de Casa Desesperadas: cama hecha y un poquito de arroz y se convierte en un buen día lleno de triunfos).

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sábado, noviembre 03, 2007

Despacito.



ay una película —ni idea cuál, che—, en que alguien llena el botiquín del baño con pelotitas de ping pong. Y bueno, un incauto va y abre el botiquín y bla bla bla y jua jua (en realidad creo que no muestran al que llenó el botiquín —aunque me resulta muy interesante saber cómo lo hizo— sino al pobre nabo incauto que lo abre; creo que es una de esas películas de secundaria o algo así, no me acuerdo).


Bueno, ta.



En cierta forma, mi botiquín me hace acordar un poco al de la película...






O por lo menos, se sugiere abrirlo con mucha cautela.

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